A Doña Beta Nochebuena, curandera.
La muerte, nunca es ni buena ni mala, sino simplemente el final de la vida. Tras nacer lo único seguro es la muerte. La muerte, no solo es para los humanos, sino para todo lo vivo en general, e incluso para todo lo material en particular. Todo por servir se acaba y acaba por no servir. Vivir, es así, morir un poco a cada vez.
¿Pero que pasa cuando la muerte es accidental y no ocurre al final de nuestras vidas? ¿quién puede decidir cuando el final de nuestra vida ha llegado? ¿y qué pasa con los que evaden morir tras encontrarse en el límite de la vida? Pues sucede que la muerte es circunstancial y por tanto, puede ocurrir independientemente de las condiciones (materiales y espirituales) de vida que existan en determinado momento, pero también, al mismo tiempo, éstas pueden abrir la coyuntura para morir -o para seguir viviendo, puesto que toda circunstancia puede modificarse a conveniencia, de tal manera que yo, y cualquiera, puede ejecutar una acción que lleve a la muerte a una o varias personas, entre ellas a mi mismo; pero también puedo ejecutar una acción que salve la vida de otros y la mía propia. Es decir, que la muerte es siempre circunstancial, puede ocurrir o dejar de ocurrir en cualquier momento, pero nadie se libra de ella.
La indeterminación que sobre la muerte existe hace que a la muerte misma le concedamos un poder sobrehumano. Ese es el origen de los ritos y ceremonias que en las religiones existe para con La Muerte. Sin embargo, para concederle poder se hace comúnmente una distinción entre el morir y La Muerte. Morir es un instante violento y en extremo placentero que puede ocurrir al final de un proceso de vida o de enfermedad, pero que también, como hemos dicho, puede simplemente ocurrir en cualquier etapa de la vida. Por su parte La Muerte, todo poderosa y siempre omnipresente, es un personaje a quien se le dota del poder o capacidad de decidir quien muere y quien vive. Es decir, dado que en un momento de peligro de muerte, incluso un milagro (como acción inesperada) podría salvar la vida del sujeto, es La Muerte, siempre en última instancia, quien decide si el individuo ha de morir o seguir viviendo, y no, quien ejecuta una acción de muerte.
Habría una serie de preguntas a las cuales tal vez en este momento no podamos dar respuesta. Algunas de ellas, que podríamos hacer sobre La Muerte en su relación con la religión católica, son: ¿porqué La Muerte es representada como mujer y no como hombre? ¿si La Muerte es mujer y es santa, entonces es una virgen, y por tanto, como otras vírgenes, una advocación de la virgen María, madre de todxs, incluso de dios? (…) Es decir, que la virgen María/santa Muerte, es quien da y quita la vida, una sola y la misma son.
Doña Beta Nochebuena, una curandera veracruzana con la que he tenido oportunidad de conversar sobre la Santa Muerte, de la cual ella es devota, a pregunta expresa de porqué muchos de quienes constantemente se encuentra en peligro de muerte, como delincuentes y policías (que dicho sea de paso, unos no pueden existir sin los otros), eran fieles devotos de la Santa Muerte, me comentaba, que éstos ruegan a la santa muerte para que su morir sea cuando ella lo decida y no antes, y es que según su creencia, todos aquellos que mueren antes de cumplir su ciclo de vida, es decir, que circunstancialmente mueren por una bala o un accidente, no reencarnan ni alcanzan la vida eterna enseguida, sino que pasan a otra dimensión donde permanecen hasta que la Santa Muerte decidiera el momento de su morir definitivo, lo que los colocaría en un lugar liminal, entre el más allá y nuestra dimensión. El problema estaba, me advertía, en que habiendo en la actualidad tantas muertes no decididas por la Santa Muerte, se estaba creando una tensión energética muy fuerte, dado que todos los muertos seguían presentes en la vida de los vivos…
Y no podría ser de otra manera, piénsese por ejemplo en México, donde cada día mueren ejecutadas al menos 20 personas, entre narcos, policías y población civil. Un caso aterrador fue cuando el pasado primer fin de semana del año aparecieron 14 personas decapitadas. Y como ese caso podríamos enumerar muchísimos, por ejemplo, el de los 72 migrantes asesinados, o el del asesinato de Marisela Escobedo, Susana Chavéz, o de los miles de feminicidios. Sin embargo, la cuestión a remarcar es que todas esas muertes abonan un imaginario popular donde los muertos permanecen entre los vivos, porque se les sigue llorando y porque su muerte nos sigue produciendo impotencia e indignación. Pero no solamente, pues al mismo tiempo, con su muerte, con su energía abonan la tensión, el drama de violencia destructiva que se vive hoy en nuestro país.
De esta manera, el poder actual de la Santa Muerte, es decir, el fuerte auge que ha tenido el culto a la Santa Muerte, se debe básicamente a dos cuestiones: las cada vez más amplias posibilidades de morir en cualquier momento, sin deberla ni temerla, y las más de treinta mil muertes violentas que han ocurrido en los últimos cuatro años.
Hay muchas creencias sobre la Santa Muerte, muchas de ellas son solo invenciones de gente que bajo una moral y ética capitalistas crean discursos a modo, para engañar y mercantilizar la muerte (como David Romo, autoproclamado Obispo de la Santa muerte, hoy en prisión por extorsión y secuestro). Una de esas creencias afirma, que La Muerte, en tanto todopoderosa, te puede cumplir cualquier petición. Lo cual es definitivamente falso. Y es que según la curandera Beta Nochebuena habría dos cosas que nunca hay que pedir a la santa muerte, a riesgo de tener que pagar con nuestra propia vida, o de quienes amamos, esto es, ni dinero, ni poder. Dinero no, porque el dinero es en si mismo un dios que impone sus propias reglas, por lo que pedir dinero significa de alguna manera transferir la custodia que de nuestra alma tiene la Santa Muerte/virgen María al dios del dinero y el dinero es en todos los casos, explotación, miseria, dolor, de otros y de nosotros mismos. Poder tampoco hay que pedir, porque el poder siempre es de vida y de muerte y es inherente a todos los humanos y nos fue dado para ser libres y no para dominar, es decir, que pedir poder sobre otros, o querer tener poder sobre otros, es querer ser como la muerte misma y eso es prácticamente imposible, dado que podemos morir o matar pero no decidir quien vive y quien muere, es decir, convertirnos en la Santa Muerte, por tanto, por más que se hagan ofrendas o demostraciones de sangre, esta petición nunca podrá ser cumplida.
Decimos que existe un drama en torno a la Santa Muerte porque se ha abierto una arena de lucha por la vida. En esa lucha, matar puede salvarte la vida o salvarle la vida a alguien, sin embargo, hoy sabemos, que hay algo peor que morir y es, quedarse vivo. Quedarse vivo, cuando estando en una reunión, una fiesta, un restaurante, sicarios disparan a quemarropa contra todos y solo uno se salva y ese eres tú. Eso es peor que morir.
Decimos además que existe un drama en torno a la Santa Muerte, porque entre sus actores no solamente están involucradas, ella misma y la virgen María, su dualidad, la dadora de vida, sino también los humanos, que somos quienes las hemos puesto a luchar, tomando además partido por La Muerte.
Hoy la vida, lo mismo que La Muerte, se encuentran a debate. Y no parece, esa es la tragedia de este drama, que pronto vaya a llegarse a una reconciliación, a un equilibrio, al menos no, si los humanos no conseguimos dejar atrás la soberbia, la opresión, la explotación, la mentira, el odio, el rencor… el capitalismo.
(…)
Pero entonces queda la duda, qué cosas puede cumplir y se pueden pedir a la Santa Muerte. No lo se y tampoco me interesa puesto que yo he decidido no pedirle nada, como tampoco lo hago para con otras entidades metafísicas, sin embargo, comparto la idea de solo rogar -si así se desea y ni siquiera pedir, para que nuestra muerte no ocurra inesperadamente, y que nuestra vida, la de todos y todas, este llena de alegría, salud, trabajo, amor y libertad.
No + sangre. No + muerte. No + capitalismo.
Gracias.
México, Enero 2011
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